EL MUNDO ¿NO? VA A CAMBIAR

A no ser que algún manitas de una galaxia muy, muy lejana haya inventado la estrella de la muerte (otra vez), y que casualmente estemos en la zona de prácticas de tiro, va a ser muy difícil hacer desaparecer este pedrusco que lleva flotando en el mismo rincón del universo desde hace millones de años entre meteoritos, tormentas solares, agujeros negros, Thanos y otras lindezas cósmicas.

Pero de lo que no hay prácticamente ninguna duda es de que a un plazo mucho más corto de lo que nos gustaría a esta tierra nuestra,  como diría un político de antaño,  no la va a conocer ni la madre que la parió (el padre, Caos, en este caso, si hacemos caso a los clásicos).

Su evolución natural, acrecentada o alterada por un cambio climático jaleado por la supina estupidez del ser humano así, a bulto, como especie, van a provocar que las próximas generaciones, qué digo, la próxima generación misma, no conozca una estabilidad y una continuidad como la que los cuarencincuentones de hoy en día hemos conocido respecto a la de nuestros padres, sociopolíticamente hablando, y respecto a la última gran glaciación en términos geológicos.

El calentamiento global que está acabando con la biodiversidad del planeta, el deshielo de los polos que provocará no solo la subida del nivel del mar, sino el cambio en las corrientes marinas que regulan el clima, la desaparición del permafrost, que, para acabar de arreglarlo, puede llegar a arrojar a la atmósfera los billones de toneladas de CO2 que aprisiona, por no hablar de los virus, bacterias y otros bichejos que nunca conocieron un mono evolucionado como nosotros y pueden tener curiosidad por saber si somos comestibles, todo ello aumentado exponencialmente por la contaminación, la sobrexplotación, la superpoblación y todos los superlativos que se nos ocurran, nos llevan a un cambio radical que habrá que saber gestionar, pues al igual que el programa televisivo, o nos deja más guapos o acabamos con tres narices y dos tetas en la frente.

Como dirán aquellos a los que la deriva actual les conviene para seguir medrando a costa del mal ajeno, la humanidad ya ha conocido otras convulsiones sociopolíticas (muchas) y otros cambios geológicos y climáticos (pocos, pero de narices, que se lo digan a los dinosaurios, o a los que se la tuvieron que ver con la última glaciación).

La diferencia es que cuando ocurrió el último de dichos cambios la punta de nuestra tecnología era de sílex, y cuando las revoluciones, políticas o económicas, conquistas, independencias, expansiones imperialistas etc…, incluso las más recientes, los medios de los que disponíamos para entregarnos a nuestro deporte favorito, darnos cera unos a otros, solo alcanzaba para acabar con unos cientos, miles, cientos de miles, o, tristemente, en el peor de los casos, algunos millones a la vez.

Ahora, sin embargo, disponemos de la tecnología y los conocimientos necesarios, si no para evitar ese cambio, por lo menos para asumirlo y adaptarnos a sus consecuencias de modo que nos afecte lo menos posible y que la transición al nuevo estado de cosas no sea traumática, pero, al mismo tiempo, tenemos los medios para enviar a la porra a la mayor parte de la población mundial, si no toda ella.

Por eso, para lograr sobrevivir debemos dejar de hacer el borrico, que es básicamente lo que hemos venido haciendo desde que nos bajamos de los árboles. Aunque empiezo a pensar que a Darwin se le pegaron dos páginas de la enciclopedia y, en lugar del mono, donde los haya, descendemos de los lemmings, cuyas características principales son su comportamiento agresivo, su reproducción descontrolada incluso en perjuicio de su propia supervivencia, y su instinto de avanzar aborregados y ciegamente en una dirección sin mirar a donde van y sin importarles si eso los lleva a su destrucción (¿les suena?). Vamos, que les damos una coca-cola a cada uno y son igualitos que nosotros.

Y es que esa tecnología capaz de amortiguarnos el salto es la misma cuya utilización miope e interesada es parte del problema y, si seguimos así, puede agravarlo y acabar por dejar a la tierra como una bola parda más colgada en el cosmos de la que hasta los tartígrados desearán emigrar.

Señores, por primera vez desde que nuestra tatatatatatarabuela la ameba empezó a realizar sus funciones vitales, tenemos la capacidad de decidir el próximo paso en la evolución del mundo, de nuestra propia evolución, aunque ello tenga más peligro que dejar que un grupo de elefantes juegue al futbol con un jarrón Ming y, vistos nuestros antecedentes, tengamos las mismas posibilidades de sobrevivir que el pobre trasto.

¿Decidiremos nosotros el final del partido o nos quedaremos en la grada comiendo palomitas esperando que otros lo jueguen por nosotros?