Este año, como todas las Navidades, mi padre ha repartido los sobres con las strenia que nuestros mayores entregan a los «jóvenes» de la familia, aunque estemos a punto de cumplir los cincuenta. Yo, a mi vez, le he entregado a mi ahijado su sobre número veintiuno. Como este año tenía un poco más de tiempo, la mañana del día de Nochebuena dediqué unos minutos a buscar en internet sobres personalizables y decorados, para que la entrega del frio numerario fuera un poco menos fría.
Encontré una página que ofrecía un buen número de opciones y, lo que es más importante, unas instrucciones sencillas que permitían a un cateto digital y a una nulidad manual como yo, imprimir, recortar y pegar hasta conseguir un resultado decente. Tal hazaña me llevó casi media hora, entre intentos fallidos y luchas encarnizadas con el tubo de pegamento. El resultado, tan satisfactorio para mí como si hubiese montado la Torre Eiffel a escala con cerillas, fue un sobre tamaño americano de un azul profundo, escarchado con líneas blancas simulando borrascas y copos de nieve. En el centro, con una bonita tipografía elegida de entre las cientos de posibilidades que el ordenador ofrecía, el nombre del interesado.
Le entregué el sobre orgulloso del trabajo y del resultado, que gustó a todos los presentes. Cuando mi padre me entregó el sobre que me iba destinado, me lo guardé en el bolsillo casi maquinalmente, sin prestarle atención, como egoístamente hacemos muchas veces al interactuar con nuestros padres.
Por la noche, después de cenar, encontré en mis bolsillos el sobre, idéntico al de todos los años, pequeño y de color marfil. En el centro, con la letra clara, rectilínea y puntiaguda de mi padre, de una nitidez que yo no conseguiría aunque lo intentase hasta la extinción del Sol, estaba mi nombre. Y entonces caí en lo fatuo de mi orgullo, y me estremecí pensando en todo lo que, junto con la tinta, se había plasmado en aquel sencillo papel mientras él lo iba escribiendo pacientemente, tal y como, con la misma paciencia, me ha ido escribiendo a mí en la vida.