Estimado Sr. Don Gorrión Supremo,
Cuando nuestro pequeño reino se hallaba bajo el yugo de las poderosas casas gobernantes enzarzadas en su juego de tontos, usted se alzó gallardo a la cabeza de los parias, los desfavorecidos, los marginados, los despreciados y los inconformistas avanzando firmemente hacia el poder a fin de restaurar la justicia en el mundo, enfrentándose al Barbister, a la castiza Madre de Tragones e incluso a los primos lejanos de los Tyrell.
Solo espero y le pido que, al contrario que su homónimo literario, una vez llegado a Desembarco del Rey, si los demás aspirantes se lo permiten, no se crea imbuido de la verdad suprema y ejerza el poder de manera déspota y excluyente amparado en un discurso de supuesta reivindicación, justicia y fe verdadera (en los Siete, el 0,7% o en el IBEX 35, da lo mismo, al paso que va la deriva de sus posicionamientos ideológicos), sino que haga gala de la humildad que predica y exige a los demás y que caracteriza al pasérido que le presta el nombre.
Y es que, últimamente, al hilo de los tira y afloja postelectorales, se le ha visto muy suelto con el hacha justiciera, y con unos humitos que deberá usted apagar antes de que acaben por quemarle.
Ah, y no creo que sea bueno para un político ir alardeando por ahí su veneración por un libro que es la summa compendia de la traición, el apuñalamiento, la perversión del poder y el cambio de menú en las bodas a última hora.
Con poco más que añadir, y deseándole lo mejor para todos nosotros.
Un gorrión inquieto