Mientras los gobiernos y potencias ocultas que gobiernan este mundo disponían las piezas y pensaban cual sería su primer movimiento, o se limitaban conscientemente a hacer como si las colocaran porque en realidad no querían jugar, el ISIS, el DAESH o como quiera llamárseles y les endiña un jaque pastor en toda regla.
Si, señores, duro y a la cabeza, como dirían los buenos boxeadores, directo a la cabeza de Europa, Bruselas, y a su corazón, Paris, sin que ni todas las policías ni los servicios de inteligencia del mundo hayan sido capaces de frenarlo.
Las negras juegan y ganan.
Y ello con unas pocas piezas que sin mayor esfuerzo y sin ninguna oposición cruzaron el tablero acabaron en pleno centro de Lutetia con 129 personas, para que después un solo individuo tenga paralizada y atemorizada a la capital europea, sus instituciones, sus comercios, sus transportes.
Y aunque el rey no haya sido tomado, su espíritu ha quedado marcado por mucho tiempo por el terror, y atado por negras tiras de psicosis y de miedo.
Hay que volver a empezar la partida y ganarla.
En verdad no es tiempo de venganza ciega, pero tampoco hay que esconder la cabeza en la arena y volver a recrearse en el buenismo.
Tan peligrosos son para nuestro futuro quienes antes no hacían nada y ahora quieren montar todos los caballos del apocalipsis, para de paso sojuzgarnos bajo el yugo del miedo, como quienes se refugian en sus cojines de complacencia y enarbolan la bandera del inmovilismo, bien por convencimiento sincero, bien por postureo a la moda.
Es evidente que no puede atacarse a toda una comunidad de individuos por las fechorías de unos pocos, pero tampoco puede dejar de actuarse contra esos pocos, dejarlos campar a sus anchas, por el simple hecho de esconderse cobardemente tras esa comunidad, ya sean cristianos, musulmanes, budistas o pastafaris, ricos o pobres, ignorantes o poderosos.
Sea quien sea el autor mediato o inmediato de las acciones de los últimos días, o de cualesquiera otras de esa índole, deben ser perseguidos, condenados y el peligro neutralizado, sea cual sea su origen, nivel social, poder político o económico o religión.
Ninguna sociedad ha sobrevivido ignorando las amenazas que se ciernen sobre ella, por mucho que nos pese.
Quizá esto no sea muy cool o políticamente correcto, quizá yo mismo me lo reproche en el futuro, pero es lo que llevo hoy en el alma.