JAQUE PASTOR

Mientras los gobiernos y potencias ocultas que gobiernan este mundo disponían las piezas y pensaban cual sería su primer movimiento, o se limitaban conscientemente a hacer como si las colocaran porque en realidad no querían jugar, el ISIS, el DAESH o como quiera llamárseles y les endiña un jaque pastor en toda regla.

Si, señores, duro y a la cabeza, como dirían los buenos boxeadores, directo a la cabeza de Europa, Bruselas, y a su corazón, Paris, sin que ni todas las policías ni los servicios de inteligencia del mundo hayan sido capaces de frenarlo.

Las negras juegan y ganan.

Y ello con unas pocas piezas que sin mayor esfuerzo y sin ninguna oposición cruzaron el tablero acabaron en pleno centro de Lutetia con 129 personas, para que después un solo individuo tenga paralizada y atemorizada a la capital europea, sus instituciones, sus comercios, sus transportes.

Y aunque el rey no haya sido tomado, su espíritu ha quedado marcado por mucho tiempo por el terror, y atado por negras tiras de psicosis y de miedo.

Hay que volver a empezar la partida y ganarla.

En verdad no es tiempo de venganza ciega, pero tampoco hay que esconder la cabeza en la arena y volver a recrearse en el buenismo.

Tan peligrosos son para nuestro futuro quienes antes no hacían nada y ahora quieren montar todos los caballos del apocalipsis, para de paso sojuzgarnos bajo el yugo del miedo, como quienes se refugian en sus cojines de complacencia y enarbolan la bandera del inmovilismo, bien por convencimiento sincero, bien por postureo a la moda.

Es evidente que no puede atacarse a toda una comunidad de individuos por las fechorías de unos pocos, pero tampoco puede dejar de actuarse contra esos pocos, dejarlos campar a sus anchas, por el simple hecho de esconderse cobardemente tras esa comunidad, ya sean cristianos, musulmanes, budistas o pastafaris, ricos o pobres, ignorantes o poderosos.

Sea quien sea el autor mediato o inmediato de las acciones de los últimos días, o de cualesquiera otras de esa índole, deben ser perseguidos, condenados y el peligro neutralizado, sea cual sea su origen, nivel social, poder político o económico o religión.

Ninguna sociedad ha sobrevivido ignorando las amenazas que se ciernen sobre ella, por mucho que nos pese.

Quizá esto no sea muy cool o políticamente correcto, quizá yo mismo me lo reproche en el futuro, pero es lo que llevo hoy en el alma.

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SIEMPRE NOS QUEDARA PARIS

Un periodista español preguntaba ayer a uno de Libération por qué en los medios de comunicación franceses no se veían imágenes cruentas de los atentados del viernes en París, por qué no más detalles “sabrosos” de las víctimas, como en los informativos casi gore que en el 11M hurgaron hasta en las últimas costuras de la barbarie, o en tantos otros sucesos que han servido de fiestas y ritos del morbo en nuestro país.

Inquiría el periodista de aquí si ello se debía a que las autoridades francesas ejercían algún tipo de presión y coartaban su libertad de expresión.

Y ante la perplejidad del españolito aquel señor, aún más extrañado por la pregunta, le contestaba que nada de eso, que precisamente en ejercicio de la libertad de expresión la gran mayoría de los medios elegía no publicar aquellas cosas porque no hacía falta, y que la información podía darse igual o mejor sin ellas.

La moraleja es que la libertad de expresión no debe interpretarse como una obligación de información, no quiere decir tener que publicar a granel hasta el último detalle morboso, mostrar hasta la última gota de sangre, perseguir a alguien en su dolor para exponer hasta su último gemido de angustia.

Aprendan, señores carniceros del periodismo patrio.

Afortunadamente, siempre nos quedará París.