MANOS ARRIBA, ESTO ES UN BANCO

 

Esta semana me han cobrado en el banco la friolera de 15 euros por RECIBIR una transferencia. Hace unos años quizá no me hubiera importado, pero por alguna razón me ha parecido  la gota que coma el vaso y he sido presa de una indignación supina. Quizá es que antes era un tanto ingenuo y conformista. Quizá es que ya estoy más cerca de esa edad en que se rabia por todo y no se puede masticar casi nada que de mi nacimiento. O las dos cosas.

El tema es que los bancos cada vez nos prestan menos servicios y nos cobran más comisiones por cosas que no necesitamos o que a ellos  no les cuesta ningún esfuerzo. En mi sucursal de cabecera el servicio de caja, atendido por una sola persona, se interrumpe a las once. Determinados servicios, como el pago de recibos, se limitan a dos días a la semana antes de las diez. Fuera de esos horarios, o para la mayoría de operaciones como poner la libreta al día, retirar efectivo etc… te remiten a la calurosa ayuda del cajero automático. Asimismo, te animan por todos los medios a que utilices la «banca electrónica», algo que a mi, y a mucha gente, se nos antoja una hazaña tal como adentrarnos en el laberinto del Minotauro o intentar volver a Itaca desde Troya, pasando por Calatayud (y eso que todavía soy afortunado por vivir cerca de un cajero y no en un pueblo donde va un autobús de uvas a peras y si tienes suerte y no te achicharras o te congelas en la cola puedes acceder graciosamente a tus ahorros en unas pocas horas).

Es la doctrina del Do It Yourself llevada al servicio bancario. Y digo yo, en dichas circunstancias ¿De qué nos sirve a las personas ajenas a las grandes finanzas, inversiones y otras aventuras, a quienes a lo único que aspiramos es a poder conservar y disponer de nuestro dinero con comodidad y eficacia, de qué nos sirve un banco, si no nos presta esos servicios?

Para mí, toda contraprestación sin servicio es una estafa, o directamente un robo.

 

 

Hasta en las ocasiones en que se les necesita para obtener un préstamo, te engañan, te repercuten los gastos, (digan lo que digan las leyes, se las apañan para que tú pagues la fiesta), te obligan a suscribir seguros y otros servicios superfluos o que otros te podrían prestar en mejores condiciones, te obligan, en definitiva, a pasar por el aro, hablando en plata.

Al mismo tiempo que suben e incrementan las comisiones y nos aprietan con los préstamos, reducen plantilla e incrementan beneficios.

Utilizan nuestro dinero para especular y generar pingües beneficios a cambio de unos intereses mínimos o nulos, a menudo inferiores a las comisiones que nos cobran, mientras sus cifras de ganancias, sus sueldos, pluses, bonos o cualquiera que sea el bonito nombre que le den a nuestro expolio no solo no desaparecen o se moderan, sino que continúan aumentando, bien blindados y protegidos.

Podría decirse que, como en la fábula del escorpión, está en su naturaleza, pero en la mayoría de sitios con escorpiones a estos cuando te pican se les aplasta limpiamente con el tacón de la bota, pero aquí se les alimenta y se les engorda como a mascotas en un terrario.

Y cabe preguntarse ¿Hasta cuándo nos dejaremos picar sin protestar, sin negarnos a ser ordeñados y sin arrancarles las colas?