Después de la tregua navideña vuelvo al mundo para constatar que seguimos en la misma senda peligrosa por la que conducen a este borrico nuestro (ver post anterior). Si alguien creía que aquello de paz en el mundo de buena voluntad iba a calar en los corazoncitos de quienes tristemente rigen nuestros destinos, va listo.
El nuevo año viene cargadito de subidas como la de los transportes, la electricidad, el gas, etc.., la revalorización de las pensiones o de los salarios no va a compensar la pérdida de poder adquisitivo de trabajadores y pensionistas, siguen diciendo que nos tenemos que apretar el cinturón.
El problema es que no todos los cinturones parecen tener los mismos agujeros. Las entidades bancariras siguen siendo engordadas y mimadas como vacas de Kobe, descubrimos a diario los mangoneos y las maniobras de ciertos políticos para garantizarse sueldos indecentes e indemnizaciones escandalosas mientras pregonan la austeridad, vemos como se premian los servicios prestados al régimen mediante retiros dorados.
Y, por supuesto, siguen las “reformas” destinadas según nos dicen a llevarnos del Infierno al País de Jauja, pero que realmente no llevan más que a consolidar el nuevo régimen que nos han impuesto por la vía del miedo.
Y es que, cual invasión extraterrestre, estamos entrando en una nueva fase en la imposición de este nuevo orden. Una vez impuestas las medidas destinadas a someternos, ahora pasan a convencernos de que eso es lo que queremos. Cada vez son más las personas que siguen el siguiente razonamiento: Puesto que por mucho que cotice a la Seguridad Social mi pensión futura está más que en el aire, puesto que aunque pago mis impuesto debo volver a pagar por determinados servicios públicos, puesto que dichos servicios públicos en general están siendo expoliados, reducidos a la mínima expresión de extensión y calidad, déjenme mi dinero, no recauden impuestos, eliminen la Seguridad Social y los servicios públicos, que ya me procuraré yo con ese dinero mejores prestaciones acudiendo a planes de pensiones, hospitales y centros de enseñanza privados.
Es decir, que nos llevan a pedirles precisamente aquello que antes rechazábamos, cuando pensábamos que el ideal estaba en un sistema en el que el Estado redistribuyera la riqueza y garantizara el bienestar mínimo de toda la sociedad con los recursos de todos, una utopía que casi, casi, se había alcanzado.
Este proceso se parece demasiado a la tortura, cuando se lacera, se hiere, se desangra tanto a un individuo que al final acaba suplicando la muerte. Esa es la idea que empieza a aflorar en esta sociedad nuestra herida, lacerada y desangrada.
Y mientras lo público se va desmantelando y transfiriendo al mercado, aquellos cuya bandera es el mercado libre tienen prisionero y controlan el mercado. Ellos se posicionan, adjudican y reparten el pastel, tenemos ejemplos frescos esta misma semana, pero hay muchos en el pudridero.
Soy de esos que muchos consideran imbéciles que pagan todos sus impuestos, tasas y exacciones en general, y más que pagaría si tuviera la certeza de que con ellos se va a garantizar una Administración de calidad, una sanidad pública eficiente, una educación de calidad, unas infraestructuras adecuadas y una jubilación tranquila, sin que nadie viniera a llenarse los bolsillos a mi costa, pero sé que tal como estamos y vamos ello va a ser imposible, y que mis impuestos van a ir a corregir desmanes pasados y financiar los futuros, y es que ya no me fio ni de mi “mare” (bueno, de ti si, mamá, no me lo tengas en cuenta).
Espero que la próxima reforma que aprueben sea reformarse ellos mismos.