AYLAN, EL REDENTOR

Llegó a la playa como los restos del naufragio de su país, Siria, encallado en una guerra fratricida voluntariamente ignorada y cuidadosamente evitada por quienes nunca dudaron en embarcarse en otras singladuras si algún beneficio obtenían con ello.

Hubo muchos antes, miles, en ese y otros mares, que murieron rumbo al mismo horizonte después de quemar sus naves, perseguidos por sus propios demonios, el hambre, la guerra, la incomprensión, pero ante estos la mayoría nos limitábamos a mirar desapasionadamente las noticias o cambiar hastiados el canal, sin dedicarles siquiera una segunda mirada.

Tuvo que perder la vida un niño de tres años, nacido en guerra, muerto en fuga, un niño que durante esos tres años a buen seguro comprendió bien poco pero sufrió mucho más de lo que en toda su vida lo harán los capitostes hieráticos y calculadores en cuyas manos estaba y está evitar esta y otras tragedias. Tuvo que morir Aylan para que la vergüenza hiciese por fin mella en las “naciones civilizadas” y dejasen de sentir la miseria ajena como una apenas perceptible picadura de mosquito, para que se busque ahora una solución.

Tuvo que perecer para que la visión de su cuerpecito tendido en un sueño eternamente mecido por las olas redimiera nuestras conciencias, o al menos nuestras apariencias, como antaño la muerte de otro Redentor cambiara para muchos su visión del mundo, con la diferencia de que según la tradición cristiana Cristo ofreció voluntariamente su vida, mientras que Aylan perdió la suya sin haber llegado a comprender siquiera lo que era la muerte.

Queda por ver si su sacrificio caerá en saco roto o realmente servirá para poner fin no ya al drama de quienes diariamente caen inmolados en el mismo altar de agua, sino a los conflictos y horrores de los que huyen, o si su recuerdo quedará enterrado en aquella playa por la resaca de tamaña ola de solidaridad, junto con los despojos de nuestra dignidad.

Visto el cariz cosmético de lo hecho hasta la fecha, las renuentes voluntades de los gobiernos y de los poderosos, empujados por la opinión pública pero sin perder de vida el beneficio que pueden sacar de la situación, y la faena de aliño que se anuncia, poca esperanza hay.

 

Sobre el particular, siempre genial la tribuna de http://enzapatillasdeandarporcasa.com/2015/09/08/una-conciencia-fastfood/

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